Disfrutando del paisaje xerófito, de las puestas de sol, de las noches estrelladas que se rinden ante la inmensa “luna llena fría” de Julio Verne, y de los esperados amaneceres… en medio de todo ello, un drástico cambio de temperatura. En camisa al medio día.
Sí, lo habéis adivinado: otra vez en el desierto. Y no
aprendo.
Con las prisas al hacer la maleta, olvidé casi toda la
ropa de abrigo, especialmente la de cama. Por la noche, con el cielo despejado,
la temperatura baja a tres grados. No hay quien duerma: dentro de la cama
parece haber un pingüino, y el aire acondicionado suena más que las maracas de
Machín.
Yo, como siempre, de visita por la vida. No soy de obra
para los de la oficina ni de la central para los de la obra. Flotando entre dos
mundos que se necesitan, aunque en ninguno de ellos me siento especialmente
aislado.
Vamos, una semana más que tensa. Los nervios están a flor de piel, y más de uno se quedó con las ganas de mandarme al lado oscuro del satélite, sin combustible para volver.
En cuanto a la recomendación gastronómica, poco que
añadir: en la cantina, sin dudarlo, me quedo con la línea de comida india.
Sabrosa y picante. La “Cauliflower Masala” es espectacular. Me entretengo
intentando adivinar qué lleva cada plato.
Eso sí, han cambiado de cocinero, y los dulces de
hojaldre y miel que tanto me calmaban y que añoro de este campamento han
desaparecido. O quizá siempre llego tarde y a deshoras…
Menudo final de año. Acumulando millas .
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Xerofito te voy a dar a ti!!!
ResponderEliminarTú erres del Botxo y de la cuadrilla, lo demás … solo trabajo
Ánimo