Visita, visita como tal, no ha sido. Más bien carrera por Perú, pero me ha abierto las ganas de volver a viajar y sobre todo, por la zona hispanoparlante.
País de contrastes. Un abismo entre
la megaciudad de Lima -con sus casi 100 km de norte a sur y más de once
millones de habitantes - con Talara, nuestro destino. Una pena no poder
alargar el viaje unas semanas más, para disfrutar de las tierras en las que Pizarro fue asesinado hace casi quinientos años. Hace unas pocas semanas en Trujillo, en su pequeña casa familiar y ahora aquí. Como dicen en casa: todo encaja.
Me ha sorprendido las playas “surferas”
- las que los Beach Boys inmortalizaron en sus canciones - Malecón de Miraflores,
la limpieza y amabilidad de los barrios coloniales -seguro que de ricos- de la
capital. Tampoco me esperaba toparme con colibríes en el parque Kennedy o los
concurridos carriles bici.
En cuanto a la comida, me
quedo con un restaurante tripulado por un argentino: Canta Rana. Genova 101,
Barranco 15063. Una gran opción, aunque pueda verse como un despropósito en Lima.
Según el conductor, el único argentino que no hace parrilla. Un argentino cevichero.
Una vez superado el no tener reserva, se nota el cambio en el servicio
cuando en tu mesa se sienta un habitual del local. Todo sonrisas. El mejor ceviche mixto
que he tomado nunca. Suave, sabroso y sin cilantro.
Para rematar
el espejismo turístico, paseo por el barrio bohemio de Barranco, hasta llegar a
nuestro destino: un bar con historia. Juanito desde 1937. De los de antes,
donde todos se conocen. Termino con un sándwich envuelto en papel y con
las instrucciones para disfrutarlo en el partido de mañana en San Mames. ¡¡¡Como
huele la maleta!!!
Leche de tigre (al ají amarillo y al rocoto) del “Barra Maretazo”. Alcanfores 373, Lima 018.
Que hambre me ha dado ese sándwich!
ResponderEliminarTendremos que organizar un viaje para probarlo
EliminarCuanto antes :)
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