El viaje de una semana,
se alarga y no tiene buena pinta. Cada día, en lugar de disminuir las tareas de
la lista para irnos, se amplia y eso que, como desde pequeño nos han enseñado, voy
cerrando las fáciles. Todo se andará, pero comenzando febrero, ya estamos
superando los treinta grados y este lugar pronto se convertirá en una caldera.
Atardecer en el
campamento, no debería estar aquí. El destino parece que se posiciona en contra
de que vea el Barça. Otro partido que me pierdo por motivos laborales, otro
más. Recordando en la cena, la final de mayo del 2015 en Bolivia, con la
entrada cedida en el último momento. El satélite no quiere posicionarse, así
que toca escucharlo por la radio.
Muy cansados. Robando minutos al sueño, soñando con el milagro.
Salto, grito y no sé qué más. Gran momento vivido
a miles de kilómetros. Apoteosis. El chillido que pego,
hace que los vecinos aporreen sus habitaciones para mandarme callar. No
entienden nada. Momentos de tensión por si el VAR decide anularlo. Hasta la radio se apaga. El éxtasis colectivo que llega en el último minuto del descuento. No tengo a nadie con quien abrazarme.
Recuerdo a los míos, que están en el campo, la suerte de poder disfrutar de estas sensaciones. Son irrepetibles. Es el
partido soñado, que se recuerda toda la vida. Me alegro por ellos. Lástima de no poder vivirlas con ellos. Inolvidables, yo
aún me acuerdo de la cara de Aita en esas ocasiones.
Por fin, nos hemos quitado al verdugo de la copa,
toca apretar los dientes y a esperar que siga la racha, hasta la final. Hay que
sacar de una vez la gabarra. Aupa
Athletic
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