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domingo, 14 de abril de 2019

Domingo de Ramos en el Sahara



Época de pasión.
Si no lo relaciono con la religión, el término me resulta muy positivo: emoción y dejarme llevar por lo que me dicta el corazón. Es lo que tiene ser un apasionado, siempre enamorado y que le gusta su trabajo.
Pedaleando con pasión

Pero aquí, en mitad del desierto,  y a estas hora de la noche, sin poder dormir, golpeando la fuerte arena de la tormenta contra la caseta de mi habitación, solo puedo relacionarlo con “la otra” pasión. Mucho lío, decisiones no consensuadas y arriesgadas. Solo falta saber quién será el Judas. En esta tierra en la que muchas veces el saludo son dos choques de mejilla, no es fácil saber  por dónde llegará la traición. Pero una cosa es segura, que los mismos que hoy nos alaban, seguro que cuando me vaya – espero que el viernes- pedirán que me crucifiquen.
La pasión por unos colores

En cuanto al inicio de la Semana Santa, aquí pocas celebraciones. Aunque la constitución garantiza la libertad de conciencia, hay que mantener un perfil bajo, ya que la libertad religiosa también está limitada  a no molestar a la religión del estado.

Pocas veces me he perdido la procesión del borriquito y alguna de ellas aún me hace sonreír,  como la que líe en las semana santa del 2012.  Un correo poco claro, invitando a todos los subcontratistas, se convirtió en una celebración a la que asistieron las mil setecientas personas de la obra.
De los 20 fieles que asistieron a  la misa solemne y a la bendición de ramos, en la pequeña aldea de la sierra boliviana,  a sentirse desbordado de alegría, teniendo que trasladar el altar encima de un camión pluma, con “parlantes”  y micrófono.  Todos los medios de proyecto internacional al servicio de la iglesia.

Difícil que se me olvide, la sonrisa del cura y la cara de sorpresa, de algún jefe de obra.

Pasión y Amor siempre tan junto

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