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domingo, 16 de agosto de 2015

¡Qué corte!


Hasta este viaje a la fronteriza China, siempre me ha parecido nada agradable lavarme el pelo en la peluquería.

· La postura es como un potro de tortura, solo le favorece al peluquero. Es como una guillotina el reposa cuellos.
· Siempre está o muy fría o muy caliente. O peor aún: el jueguecito del grifo de: ahora te escaldo, ahora te hielas
· El agua colándose por el canalillo que siempre se queda entre la toalla y tu espalda.

Cuando las greñas, me resultaban incomodas con tanto calor y tanta humedad, me decidí a ir a cortarme el pelo. Con mi problema de idioma, me llevaron a la parte interior del local donde tenían la solución a todos mis males. Una camillas a la altura adecuada para la peluquera y la postura adecuada para el cuello. Después de un masajito de cuero cabelludo pase a otro estado de conciencia. Sueño profundo.



Lo único malo, que entre cabezada y cabezada. Me desperté afeitado con una perilla a lo Fumanchú, típica de carnaval. Pero que le vamos a hacer, nada es perfecto.


En cuanto a la climatología de este mes de agosto, ha sido de todo menos aburrida. Se puede decir que cada día era distinto de lo anterior. Calor asfixiante, tormentas veraniegas, vientos fuertes, rayos y centellas.




Recomendaciones culinarias:
Hemos seguido ampliando los horizontes gastronómicos. Algunos errores como los gusanos de 8 centímetros, saben demasiado a celulosa. Pero las libélulas y los saltamontes, están sabrosos. Es como comer pipas: empezar y no parar.





Aunque realmente, lo que más me ha gustado es el pato pekin del restaurante Rosa Chinesia y el refrito que hacen, con los huesos salados.




Una vez que han sacado delante tuyo las pechugas con un poquito de piel. Se hace una tortilla con una salsa dulce, verdura fresca y el pato. Un buen homenaje para los sentidos, pero no es tan exótico.







 

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