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miércoles, 15 de octubre de 2014

Al Yazā’ir



Antes de viajar, me dije que tenía el deber de disfrutar, durante unos minutos, de los amaneceres y atardeceres del desierto. La vida es fugaz, así que no me he privado de estos momentos.
Mi regreso a Adrar ha sido plácido. La temperatura se ha dulcificado y el campamento ha mejorado desde mi ultima visita.

Es curioso la transformación de la brisa matinal, en pequeñas tormentas de arena. La visión en la distancia de los remolinos, ascendiendo es un espectáculo.

Pero si te toca mas de cerca, hay que seguir los consejos locales y no intentar inventar lo que ya está bien probado. O te colocas el foulard - chèche- o terminas chorreado.

Recomendación gastronómica- comenzaremos el relato por los insectos, aunque no hayan sido el objeto de mi disfrute. 
El sábado, fuimos atacados - literalmente- por una invasión de moscas. Eran como las moscas de la fruta pero en albinas.-pero, ¿de dónde habían venido?-.  Según me dicen, ponen los huevos en la arena y cuando se dan unas condiciones, nacen todas a la vez. Ni idea. Pero lo que es cierto, es que es una vivencia de lo mas desagradable.
El domingo, se repartieron las moscas el espacio aéreo con manadas de mariposas. Que tampoco se de donde salieron. Entendí que era algún tipo de migración. "Le  migratè del papillon".
Luego llegaron los pájaros, que se dieron un festín de mariposas y me imagino que alguna que otra mosca. Y - ¿el lunes?- os preguntaréis. Pues el lunes , me imagino que alguien debió de trabajar de lo lindo, para que yo pudiera saborear los sabrosos pajaritos.



Si es que no hay mal, que por bien no venga.

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