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domingo, 24 de marzo de 2013

De visita por Estalingrado

El destino nos ha sonreído, seguramente por equivocación, llevándonos un chofer y un par de guías- castellano / ingles- por los rincones de la ciudad haciéndonos sentir importantes.

La temperatura no es mala para la visita (- 1ºC), pero el viento la hace exigente, y no solo para los latinos.
No me imaginaba que después de 70 años las calles de está ciudad, pudieran tener tan vivo el recuerdo de la guerra mundial.

 Trasmiten una visión heroica de resistencia, honor y gloria del pueblo siguiendo a sus dirigentes, luchando calle a calle. Nos han enseñado la tumba internacional. De los tres nombres de la lapida, uno es el vizcaíno de 22 años,  Rubén Ruiz Ibárruri – el hijo de la pasionaria- que dejo la vida defiendo unos ideales y le otorgaron  la máxima condecoración soviética.

Tres arboles disponen de una placa como sobrevivientes de la locura. Solo tres quedaron sin ser quemados por los incendios,derribados por la bombas o utilizado como combustible. El museo de la defensa de Estalingrado dispone de una maqueta de la ciudad en ruinas que corta la respiración, al pensar en la capacidad humana para lograr su destrucción.  

El paseo por la colina 102, donde la batalla duro 4 meses por la defensa del Volga – la via de acceso de suministros- es un gran conjunto monumental que se llama el Monticulo Mamay.  La estatua de la gran madre rusa de 83 metros,ciertamente  impone respeto y a sus pies está enterrado el francotirador Vasili Záitsev, uno de los pocos que llego a viejo.

El cambio de guardia en el panteón, se produce a las horas en punto. Menos mal que no todos pierden el tiempo.

La recomendación que nos hicieron de donde cenar- casualmente en un alemán- se llama Bamberg, en el centro, en la zona turística junto al río. No conseguimos entendernos, más que en el tamaño de las cañas, ya que pedí codillo asado ... y me comí una chuleta flotando en tomate con patatas asadas.

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