Otra ciudad que me sorprende gratamente. Creo que tengo que comenzar a viajar más asiduamente.
Iniciar la visita en la desembocadura del Tajo, y tomar el taxi para desplazaros por una ciudad repleta de historia, con sus torres, castillos, catedrales, calles impregnadas de vida y algo - no tan bucólico-más. Yo me olvidaría de su famoso, antiguo y caro "eléctrico" mantenido para turistas que será la foto mas deseada.
A nivel gastronómico, nos rendimos a los pies de los “Pastéis de Belem” junto al “Mosteiro dos Jerónimos”, -aunque los de Bilbao los llamemos pasteles de arroz- no pudimos pedir solo uno. A partir del encuentro tomamos un par de ellos, dentro de nuestra ingesta calórica del día, que según dicen empapan los ricos caldos de la zona.
Recomendaciones, de nuestro viaje.
· aperitivo en cualquier terraza con una botella de espumoso.
· Comer en el Hotel Tivoli (Av Libertade 185).
· Unas cañas en El Gordo (Praça Sao Joao 7) y
· una cena entre medusas en el Largo (Rua Serpa Pinto 10).
La visita a la Iglesia de São Domingos es ciertamente particular, la recomiendo sin ningún tipo de duda. Pero para que surja los efectos deseados, no voy a contaros el por qué es uno de los lugares imprescindibles. Solamente adelantaros que la sensación en su interior es impactante y estremecedora.
Prueba conseguida, otra visita sin colas
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