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domingo, 29 de diciembre de 2024

Madrid en Navidad: Historia, Tradiciones y Sabores

 


Redescubriendo un Madrid abarrotado en Navidad. Siempre hay algo nuevo que aprender de esta ciudad llena de historia. Por ejemplo, la ermita de San Antonio de la Florida, una joya poco conocida. Suerte de ir en buena compañía porque dentro no hay ni un alfiler, ¡ni siquiera en la pila de agua bendita! Y es que, siendo el patrón de los enamorados, todo tiene sentido.

 En el interior se encuentra la última morada de Goya. Curiosamente, según cuentan, fue enterrado sin cabeza… cosas de científicos. Los frescos, eso sí, son espectaculares, aunque nos costó un poco identificar al asesino representado en ellos. Fue gracias a la amable señora del museo que lo descubrimos: es el hombre que huye con sombrero y capa, señalado por el resucitado por San Antonio.


Por Madrid seguimos con las tradiciones navideñas. Buscamos a Chencho en la Plaza Mayor entre los puestos de figuritas para el belén, nos tomamos un vermú en El Anciano Rey de los Vinos, junto a la Almudena, y disfrutamos de unas buenas cañas. Alguna hasta tirada “a la manera tradicional” (aunque no me queda claro qué significa eso). Lo que está claro es que con el zurito pagas la tapa. Cada región, sus costumbres.

 En cuanto a la recomendación gastronómica de esta escapada, encontramos un lugar sorprendente: “Toque de Sal” en Chamberí.

Camareros como los de antes, profesionales de los que ya escasean, restaurante con un toque oriental y, a pesar del gentío, un servicio impecable. No dejar de probar el chupa chups de codorniz con salsa Pekín y, aunque suene ligero, la ensalada Abracadabra, con rigatoni al pesto, tomate en aceite y lascas de parmesano.


De regreso a casa, hicimos un pequeño desvío hacia Segovia para visitar el que dicen es el pueblo medieval más bonito de España: Maderuelo. Lamentablemente, la niebla nos jugó una mala pasada y apenas pudimos disfrutar de sus encantos. Una excusa perfecta para volver.

viernes, 20 de diciembre de 2024

Arabia Luna Llena Fria y Madrugadas heladas - de visita sin tregua

Disfrutando del paisaje xerófito, de las puestas de sol, de las noches estrelladas que se rinden ante la inmensa “luna llena fría” de Julio Verne, y de los esperados amaneceres… en medio de todo ello, un drástico cambio de temperatura. En camisa al medio día.



Sí, lo habéis adivinado: otra vez en el desierto. Y no aprendo.

Con las prisas al hacer la maleta, olvidé casi toda la ropa de abrigo, especialmente la de cama. Por la noche, con el cielo despejado, la temperatura baja a tres grados. No hay quien duerma: dentro de la cama parece haber un pingüino, y el aire acondicionado suena más que las maracas de Machín.

 Durmiendo poco y mal, a salto de mata. Es lo que tiene tanto viaje, rompiendo hábitos de forma constante. Y, aunque resulte agotador, engancha. Porque si no, ¿quién lo aguantaría?

 La luna llena, la proximidad de la Navidad… una mezcla explosiva, sobre todo para quienes no han tenido la suerte de ser como el turrón y volver a casa por estas fechas. Y, para colmo, que venga alguien de la central a decirte que no lo estás haciendo bien… pues ya tienes el lío montado.

 


Yo, como siempre, de visita por la vida. No soy de obra para los de la oficina ni de la central para los de la obra. Flotando entre dos mundos que se necesitan, aunque en ninguno de ellos me siento especialmente aislado.

Vamos, una semana más que tensa. Los nervios están a flor de piel, y más de uno se quedó con las ganas de mandarme al lado oscuro del satélite, sin combustible para volver.

 


En cuanto a la recomendación gastronómica, poco que añadir: en la cantina, sin dudarlo, me quedo con la línea de comida india. Sabrosa y picante. La “Cauliflower Masala” es espectacular. Me entretengo intentando adivinar qué lleva cada plato.

 

Eso sí, han cambiado de cocinero, y los dulces de hojaldre y miel que tanto me calmaban y que añoro de este campamento han desaparecido. O quizá siempre llego tarde y a deshoras…

 


Menudo final de año. Acumulando millas .

 

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jueves, 12 de diciembre de 2024

De Arabia a las estrellas- celebración mundial 2034

 



Rodando por los aeropuertos, con la maleta a cuestas, siento que nada ni nadie puede detenerme. Como si estuviera protegido por una gran y brillante armadura, otro viaje intenso, rodeado de peregrinos apenas cubiertos por su ihram. Por cierto, algunos podrían considerar usar una toalla un poco más grande.
Una semana intensa, depurativa, en Arabia.

Cómo ha cambiado todo en estos más de quince años en el Golfo. Cuando comencé a interactuar con los chinos, era un desafío. Ahora siento que hasta me vacilan de manera oficial:
—Mi nombre es Chan —me dice con cara seria—, Chan Pan.

En un país donde aún se persigue el consumo de alcohol, esto no deja de ser una ironía. Como dirían en las malas películas, "basado en una historia real", en plena obra, me dejó un poco descolocado. Me hizo tanta gracia que ni puse la observación en el informe.


De despedida, una celebración por todo lo alto: Arabia Saudita organizará el Mundial de 2034. En Al Khobar, la locura se desata. Menos mal que fijé el precio y no tomé un taxi convencional. Cientos de coches salen a las calles para celebrar y bloquear las principales arterias de la ciudad. Calles cortadas… menos mal que no hay cerveza para acompañarlo.



En cuanto a la recomendación gastronómica, me lo ponen fácil. Y lo mejor: en el mismo hotel donde nos alojamos, el Movenpick.

Como dice la propaganda: "Disfrute de la exquisita cocina india". "Tenga la oportunidad de conocer al chef Vineet Bhatia, galardonado con una estrella Michelin". Parece que las estrellas me persiguen, ¿y quién soy yo para negarme?

Creo que es el mejor "Chicken Masala" que he comido nunca. ¡Riquísimo!




viernes, 6 de diciembre de 2024

Singapur, Bye- Bye

Siempre estaré agradecido por los lugares que he visitado, aunque en ocasiones haya sido a deshoras. Mi regreso a Singapur suena a despedida, a un ciclo que se cierra.


En el hotel, la cocinera Joel me saluda como si estuviera en casa, y no duda en refrescarme la memoria. Recuerda mi primera estancia tras la pandemia, y sonríe al recordar cómo metía todo en el colador. Me dice que ya he aprendido, que me enseñó una vez, aunque terminé tirando la sopa porque estaba demasiado cargada. Ahora, sé que la receta perfecta lleva poca pasta, más verdura y solo una proteína. También comenta cómo he ido tomando cuerpo y los cambios en mi bigote, observando con humor que ahora tengo demasiada barba, "como Papá Noel". Menudas confianzas!

La Navidad también ha llegado a Singapur. Las calles están iluminadas y los árboles adornados con bolas de colores llenan la ciudad. El trabajo y el cambio horario me están agotando; me siento muy cansado.



Creo que esta será mi última visita, y aunque todo termina, cumplo el objetivo, subir a la terraza del Marina Bay Sands, después de la última cena. Se me estaba resistiendo. Las vistas son impresionantes.


 A medida que la madrugada avanza, con la esperanza de aprovechar cada minuto, robo horas al sueño para recorrer el mayor número posible de los principales puntos turísticos. Disfruto de un solitario paseo nocturno entre los super arboles artificiales en “Gardens by the Bay”, y la foto en el parque Merlion bajo la refrescante ducha. Un hermoso recuerdo que me quedará grabado para siempre en la memoria.



En cuanto a recomendaciones gastronómicas, está vez le toca a el Violet Oon, National Kitchen, en la galería de arte nacional, National Gallery Singapore 1 St. Andrew's Road, 178957 (entrada por Coleman Street). El comedor, de madera con los espejos en el techo y sus grandes lamparas en plan años 20, es una maravilla, y la comida es simplemente excepcional.

Los aperitivos son de otro nivel, como el Chicken Satay, y  sobre todo el Kuay Pie Tee, una delicia de bocado, que explota en la boca: brotes de bambú en juliana y nabo escalfados en una sopa de gambas, servidos en pequeñas cestitas.