Redescubriendo un Madrid abarrotado en Navidad. Siempre hay algo nuevo que aprender de esta ciudad llena de historia. Por ejemplo, la ermita de San Antonio de la Florida, una joya poco conocida. Suerte de ir en buena compañía porque dentro no hay ni un alfiler, ¡ni siquiera en la pila de agua bendita! Y es que, siendo el patrón de los enamorados, todo tiene sentido.
Por Madrid seguimos con las tradiciones navideñas. Buscamos a Chencho en la Plaza Mayor entre los puestos de figuritas para el belén, nos tomamos un vermú en El Anciano Rey de los Vinos, junto a la Almudena, y disfrutamos de unas buenas cañas. Alguna hasta tirada “a la manera tradicional” (aunque no me queda claro qué significa eso). Lo que está claro es que con el zurito pagas la tapa. Cada región, sus costumbres.
Camareros como los de antes, profesionales de los que ya escasean, restaurante con un toque oriental y, a pesar del gentío, un servicio impecable. No dejar de probar el chupa chups de codorniz con salsa Pekín y, aunque suene ligero, la ensalada Abracadabra, con rigatoni al pesto, tomate en aceite y lascas de parmesano.
De
regreso a casa, hicimos un pequeño desvío hacia Segovia para visitar el que dicen
es el pueblo medieval más bonito de España: Maderuelo. Lamentablemente, la
niebla nos jugó una mala pasada y apenas pudimos disfrutar de sus encantos. Una
excusa perfecta para volver.