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sábado, 15 de diciembre de 2018

Irrintzi Bereber



Desde mi experiencia, los vuelos internos son siempre una incógnita y en África, un quebradero de cabeza. Nunca sabes lo que te puedes esperar, por lo que siempre intento que sean de día, para tener tiempo suficiente para poder reorganizar el viaje sobre la marcha. Manías mías, pero estaremos de acuerdo que no es lo mismo quedarte tirado aquí, que en Frankfurt.
No siempre se puede cuadrar, para compaginar ocio y trabajo, así que está vez tengo programado el vuelo a las nueve de la noche.

Después de un largo día de viaje, llego satisfecho en mi último destino, en mitad del desierto del Sahara. Son las once y cuarto de la noche -solo un cuarto de hora de retraso- pero lo que no sabía que aún me quedaba un largo recorrido hasta alcanzar la cama.
Parece que en mi mismo avión hay gente importante.
Recibimiento a lo grande.  Aglomeración a la salida. Mujeres bereberes con gritos estridentes y largos, hasta quedar sin aliento.


 Me recuerdan a los irrintzis.




¿Los habremos exportado a esta zona del mundo o los pastores vascos se lo copiaron a ellas?
Los trámites con los extranjeros que necesitamos escolta, se retrasan y se retrasan… llegamos a las mil y mañana, madrugar para ir al campamento.
Control de Accesos:  Lo mejor del sol, la sombra.

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