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jueves, 6 de marzo de 2014

De regreso a Rusia

Menos mal que Jontxu me preparó un colacao  vigorizante, -de los que se queda la cucharilla de pie de lo denso que es- para salir con las pilas cargadas de casa. 

                     

Desde mi primer viaje  en solitario, en lo que ahora me parece el lejano enero del 2007 a Kuwait - con las tropas americanas desplazadas por el golfo-, he volado por los cuatro mares, he visitado países lejanos, en los que he aprendido a disfrutar de muchas cosas y  costumbres nuevas, pero aún así, cada vez que salgo de casa, me parece rememorar las mismas sensaciones de aquel primer vuelo.

Y la historia se repite. Las noticias tranquilizar, lo que se dice tranquilizar, pues como que no. Hasta los periódicos en Moscú confirman mis temores.  Esperemos que sólo sea propaganda para marcar posturas y que Europa sepa quien manda en este lado del mundo.

                 

A pesar de las apariencias, el recibimiento no es tan frío como la última vez, el taxi marca -7*C, pero tengo un catarro que me ha cogido todo el pecho. He tenido que ir al médico con una traductora. De película. 
No la traductora, sino el "centro asistencial " solo faltaba la bruja con la escoba. Lúgubre es poco. Grifos abiertos. Puerta de madera entreabiertas, bombillas de baja potencia...nadie contestaba a las llamadas de la simpática traductora. Yo dudaba, igual era una señal. Al de un rato, sale lo que entiendo es la enfermera. Con sólo la mitad de la cara de pocos amigos del clon de terminator femenino, se te quitan las ganas de volver a resfriarte. Esperemos que las píldoras sean para la tos.

                    

3 comentarios:

  1. Cómo va la tos?? Oye escribe más de la traductora y de la enfermera que me parece interesante ;-D Cuidate. Iortx.

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  2. La tos, me sigue ganando la partida. No debí prestar la suficiente atención a las indicaciones de la traductora. Al tercer día de no ver mejoría, me informaron que me estaba tomando mal las pastillas… me las tragaba de golpe y eran de disolverse en la boca.

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    Una mujer alta, de unos cuarenta y tantos. Desaliñada. La bata – que debió ser blanca en otra época- no le cubría la mandorga. Era grande como un txikitero tamaño armario XL, con tantas verrugas que se despistaban los ojos. Sombra de bigote marcado, pelo muy corto. Voz dura, cortante y seca, como si se hubiera despertado de la siesta.
    En cuanto a la traductora, no me fije mucho. Me puse colorado nada más verla. Solo de pensarlo me ruborizo. Pero ¿qué hacia ese rubiaca acompañándome al médico?

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  3. ji ji ji que aldeano, no miraste el prospecto??? ;-) Gracias por la ampliación ha sido escalofriante. Iortx

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