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viernes, 11 de abril de 2025

Valladolid: mezcal y pimito relleno

A las cinco de la mañana, desvelado por el bendito cambio de horario, me lanzo a dar un paseo hasta el mercado. Antes de volver a casa, toca parada obligatoria para reponer la despensa —por si las moscas, que uno nunca sabe cuándo va a hacer falta un buen chile.



Ahí está Doña Paz, en su puesto del mercado Donato Bates Herrera. Siempre me recibe con una risa pícara, como quien ya sabe que me va a vender lo que le dé la gana.
Empiezo preguntando por ese chilito seco, el que pica menos. Me dice que son 30… luego 40… y al final, no sé cómo, acabo llevándome un frasquito en polvo por 100 pesos. Solo falta la voz de Jon, cuando era niño, diciéndome: “Aita, que te están timando.”

En Información y Turismo, tambien me reciben con una sonrisa y de premio, un plano fotocopiado. Según ellos, ese humilde papel contiene los datos más relevantes :

Valladolid (en maya Saki’ o Zací, que significa “gavilán blanco”) es una ciudad del estado de Yucatán. Se encuentra al sureste del país, en la región oriente del estado, a 160 km de Mérida y Cancún.

La ciudad fue fundada el 28 de mayo de 1543, lo que explica ese aire colonial y esa serenidad de “yo ya he visto de todo”.

Acontecimientos históricos destacados:
• El inicio de la Guerra de Castas, el 25 de julio de 1847.
• La Primera Chispa de la Revolución Mexicana, el 4 de junio de 1910.



Históricamente, un lugar para andarse con cuidado... Pero la realidad, hoy en día, es todo lo contrario. Valladolid cumple con creces lo que se espera de una ciudad colonial bien cuidada: calles coloridas para pasear, la imponente iglesia de San Servacio, el Palacio Municipal, el exconvento de San Bernardino de Siena y, como joya de la corona, la Casa del Marqués. Ahí es donde me alojo, y como bien sabes, en los desayunos me siento —modestamente— parte de la nobleza.

Pero la vida continúa, y hay que trabajar...

Cuando no estamos entre andamios, papeles y planos (la obra manda), aprovechamos las cenas para rendir culto a la cocina yucateca. Siguiendo las recomendaciones de internet —ese oráculo moderno que falla más que una escopeta de feria— salimos en busca de un restaurante recomendado, lo que nos lleva a descubrir la otra cara de la ciudad: la menos turística y más auténtica.

Menos colonial, menos iluminada… y, posiblemente, menos aconsejable para pasear de noche. A medida que nos alejamos del centro, la limpieza disminuye, la luz desaparece y la realidad se instala: casas sin patrón arquitectónico, neumáticos jubilados tirados en las esquinas, y hombres colgados de hamacas con cerveza en mano, mientras las mujeres, en una coreografía eficiente, cocinan entre coloridos cacharros y un par de perros que parecen salidos del inframundo, esperando su turno.

Todo esto, claro, mientras nosotros seguimos buscando el restaurante maya “auténtico” a media hora del centro, dudando dos veces si darnos la vuelta y volver a lo conocido. Pero el paseo, hay que decirlo, es un regalo de realidad.



El restaurante Ix Cat Ik, realmente está decorado con mimo, para turistas (como yo, que no solo visito, sino que toco, huelo y pruebo todo), termino moliendo semillas de cacao como si supiera lo que hago. ¡Qué aroma! Y con miel... una delicia exótica. Pero la comida no es tán distinta y no merece el paseo.

Por eso la recomendación gastronómica de este viaje, es el restaurante Sikil, que además está muchismo más centrico: el  Tsi’ik de carne ahumada con recado blanco, chile habanero y un buen chorrito de naranja agria. También pedimos el Pimito Relleno de quesillo con longaniza y pico de gallo de pepino blanco. Yo, inocente, esperaba un pimiento relleno… pero ¡sorpresa! Lo que llega es una torta gordita, con sabor intenso a chorizo y torreznos. Una bomba de sabor. ¡Espectacular! Me resisto al mezcal, a pesar de que es la recomendación digestiva, para superar el resfriado, es tomarlo a besitos. Como dicen o me lo quita o termina conmigo. 



domingo, 6 de abril de 2025

Melilla: Más Allá de la Frontera, Un Viaje que Sorprende

 ¿A Melilla? ¿Pero qué se te ha perdido a ti en Melilla? – Cuántas veces me han soltado esta pregunta, como si estuviera buscando un tesoro perdido en medio del desierto. Pero ¿sabes qué? Hay sueños que no pueden esperar, sobre todo en estas tierras de frontera donde todo puede cambiar de la noche a la mañana. ¡Y aquí estoy, otro sueño cumplido!



Un viaje que, sinceramente, me dejó sin palabras. Melilla es una joya. ¿Quién lo diría? Una ciudad limpia, ordenada y con una gente que no puede ser más simpática. Me sorprendió en cada rincón. Se nota que aún no está invadida por turistas, y eso que tuvimos la suerte de aterrizar justo en el epicentro de la fiesta: La Africana, esa carrera legendaria que serpentea por los rincones más emblemáticos de la ciudad, organizada por el Tercio Gran Capitán I de La Legión.



 Melilla estaba engalanada con cientos de banderas de España, y por cada esquina asomaban los uniformes verdes, con ese tallaje a la italiana que no pasa desapercibido de la Legión, un auténtico orgullo melillense que les hace decir "¡viva España!" y "¡Viva el Rey!" cada dos por tres, aunque sin saber muy bien por qué.

Y como si fuera poco, fotos con los nuevos reyes del lugar: Suceso y Baraka, los borregos que han llegado para sustituir a la famosa cabra. Ellos le dan ese aire tan pintoresco y auténtico que solo Melilla sabe ofrecer.

Sin duda, vamos a recomendar la visita a todo el mundo. Mucho arte y mucha historia. Así nos lo explica un coronel en el museo militar, donde nos recibe un curioso botijo a la entrada. Según nos cuenta, tras la Guerra de África, Marruecos solicitó la paz. Después de unas complejas negociaciones, se acordaron los límites fronterizos de Melilla con Marruecos, definidos nada menos que por la distancia que alcanzara la bala del cañón “El Caminante”.

Así que, en un sentido casi literal, Melilla es la ciudad que nació de la bala de un cañón. ¿Hay algo más militar que eso?

Durante el fin de semana, nos sumergimos en el ambiente y adoptamos hasta el saludo militar: un golpe al pecho con rebote, seguido de un manotazo en la pierna con gesto marcial, doloroso y sonoro.

El lugar elegido para realizar los disparos, Victoria Grande, resultó ser uno de los fuertes más avanzados del Cuarto recinto fortificado. Como nos cuenta el coronel, con algo de sorna, los militares españoles de la época fueron unos auténticos "quijotes", pues de las dos balas disparadas, elegían la que más cerca llegaba, aunque perdieron territorio. Una pena, eso sí, que no se conserve la ilustre pieza de artillería, que fue fundida para otras necesidades. Un trozo de historia que se perdió en el proceso.

Al final, Melilla ocupa poco más de doce kilómetros cuadrados en el norte de África, pero tiene más que suficiente para ofrecer una riqueza histórica y cultural impresionante. Es la segunda ciudad con la arquitectura modernista más destacada después de Barcelona, y en sus rincones puedes encontrar desde imponentes baluartes con sus fosos y puentes levadizos, plazas de armas, aljibes, almacenes,  hasta cuevas que servían como refugio durante los asedios y la única capilla gótica de África. Además, para colmo, todo hasta los museos gratuitos y sin olvidar las playas desérticas, escondidas en el corazón del casco antiguo: un verdadero paraíso.

En cuanto a la recomendación gastronómica, no hay duda: el restaurante Instinto, en la calle General Buceta 4, fue el sitio donde probamos los mejores langostinos cocidos de la Mar Chica, de los tres restaurantes que visitamos. El tartar y el tataki de atún, también, ¡una delicia!

Según nos cuentan, la gastronomía local se ha visto afectada por el cierre de la frontera al comercio, pero nosotros, sinceramente, no lo notamos. Chanquetes, puntillitas y una variedad de frituras que, gracias a los malagueños, ¡nos salían por las orejas!