Comienza un nuevo ciclo. Bonito número, con rima fácil: veinticinco. Tras unas extrañas navidades y unas hermosas semanas en familia, inicio mi jornada con la maleta de cabina en mano. Un nuevo año de aeropuertos se abre ante mí. A pesar de estar algo acatarrado y preocupado, embarco en el avión de Air Europa, con destino a la frontera mexicana.
Desde Mexicali, recorro la carretera y contemplo hectáreas de algodón y alfalfa. Al cruzar el puente sobre el inmenso cauce seco del Río Colorado— un río que, aunque fluye desde las presas por canales de riego, ya no alcanza el mar— da pena ver lo que hemos hecho. Presas y más presas que abastecen a nueve estados estadounidenses. Los más afectados por la sequía son los dos últimos: Sonora y Baja California, en México. Realmente, el río, que da nombre a la ciudad, sale muy mal parado; Un secarral.
Cauce de lo que fue el Río Colorado
San
Luis Río Colorado me recibe con ocho horas de diferencia, así que aprovecho lo
que sería mi hora de cena en casa para darme un agradable paseo en una fresca
mañana soleada del desierto de Sonora, el Gran Desierto de Altar. El imponente
muro se erige como telón de fondo. Decido darme un homenaje gastronómico nada
más llegar, pues sé que los días que me esperan serán intensos y cortos.
Pronto, nos refugiamos en el hotel al caer la tarde, pues las noches en este
rincón están calientes, a pesar del frío, debido a la actividad de los Chapitos
y los Salazar.
En
cuanto a la recomendación gastronómica, esta vez, también facil: El
Herradero de Don Pancho. La propaganda es tan acertada como esperada en un
buen restaurante mexicano: "En cada bocado, encontrarás una historia, una
tradición y la celebración de lo que significa ser mexicano".
El
pollo en mole y los tacos— especialmente los de herradero y camarón— son una
auténtica maravilla, capaces de alegrar el alma. Además, el trato del mesero es
de primera. Un consejo: ¡atentos al punto de la carne! A mi compañero le
hicieron demasiado el "rib eye", pero la materia prima es excelente.
La carne llega a la mesa sobre una piedra caliente, por lo que hay que pedir un
plato adicional para evitar que siga cocinándose.