Extraño
viaje. agotado, igual el esfuerzo ha servido para algo.
Me quedo en
blanco. No sé por dónde comenzar esta entrada. Muchas vivencias, no todas
buenas, aunque que bien se come en México. Escribiendo estas notas en el vuelo de
regreso, revisando las fotos sacadas -como siempre -con la cámara del teléfono,
me parece que el primer día, fue hace un trimestre, cuando se perdió la maleta
de mi compañero en Ciudad de México.
¡Con lo
fácil y rápido que se viaja con la maleta de cabina!, se empeña en volar con su
baúl, lleno de imprescindibles para cinco días.
Esta vez no
puedo dejar de hablar de los hoteles, por suerte aún son de primera. La rutina
del hotel. Lo primero averiguar cual es el lado dónde debo dormir, porque según
me dices es el lugar que me corresponde en mi gigante nueva cama. Algún día
será intuitivo, por el momento no. Se me escapa una sonrisa mientras me dejo
caer, sabiendo que, al cincuenta por ciento, estaré en tu lado de la cama.
Pero a lo
que vamos, la anécdota son los animales de compañía, eso sí, aquí en el caribe,
todo de buen porte. La cara de Jesús, que le han mandado con un espray anti-insectos
para intentar matar al tremendo escorpión, que ha estado investigando mi dedo
gordo bajo la mesa, no tiene precio.
¡Pues sí que es grande y … rojizo! Para mí que es hembra y esta preñada
– Me dice apuntando al animal, parapetándose tras el espray, al mover la mesa.
Como no le
veo muy experimentado, y lo único que va a hacer es enfadarla. Le doy un curso
rápido de reubicación animal, y sacarlo con vida de la habitación. Se sorprende
de lo fácil que ha sido, y consigo conversación para el resto de mi estancia. El
amigo de los animales ponzoñosos. Lo que no saben, es que no tengo la misma
consideración con las cucarachas. Pisotón y por el desagüe. El subconsciente de
las rancheras:
Maldita cucaracha
Que infectas donde picas
Que hieres y que matas
Aunque
parezca mentira, después de la queja formal en el hotel, para que mejoren las
protecciones y den formación a sus empleados, el detalle del hotel para el
viajero ecologista, el amigo de los animales rastreros es ofrecerme participar
en un safari por la selva del Yucatán, para ver a los bichos de mi habitación,
en su propio hábitat. Pena la falta de tiempo, me hubiera gustado.
El turismo
lo he centrado en respirar – nunca mejor dicho- autenticidad. En Valladolid ir
al amanecer al Mercado de Donato Botes. Maravilloso el ágil movimiento
coordinado de cientos de kilos de verduras desde destartaladas pick-ups, hasta
los puestos de piedra. Pero lo que se lleva toda mi atención es la pericia de
los matarifes, el despiece. Manejo de hachas y cuchillo de manera certera y
cuando no, siempre hay un perro al acecho. Toda una experiencia. Siempre he
pensado que los mercados te dan una muy buena aproximación sobre las ciudades y
los que viven en ella.
En Mérida, -
según la UNESCO ciudad creativa en la categoría de la gastronomía- el día de la
llegada, me organizo el recorrido por los principales, comienzo por el más
alejado del hotel, el mercado de San Benito, y aparezco saliendo por el mercado
de Lucas Gálvez. Son tan grandes que no sé distinguirlos. Mayoristas y
minoristas en una mole de hormigón de tres plantas, unas zonas limpias otras
con callejones estrechos y sin iluminar.
Son los años setenta. Un mar de gente, tocando, comprando y comiendo.
En cuanto a
las visitas a monumentos y para protegerme del tórrido calor, -aplasta la humedad
en esta época del año-, misa en la catedral de Mérida, aun está el monaguillo buscándome.
Parecía un juego, yo ponía la mano y él, la bandeja a la hora de la comunión.
Hasta que un tiro certero del cura acertó con la hostia en mi boca.
Recuperado y
con las pilas cargadas, visita al mercado de Santos Degollado- según el rotulo,
aunque prefieren llamarle el Mercado de Santiago. Es donde compro un buen “mole
en pasta” y sobre todo la experiencia de Doña Guadalupe, entre risas sin
dientes, explicándome como se hace. Tomates maduros, una pizca de ají no muy
picoso – que también me vende- , un poco de caldo y las tiras de carne . No he
conseguido que pase el control de seguridad del aeropuerto, espero que no se
desperdicie.
Y en Valladolid, como no puedo dormir, me
decanto por seguir la música y termino en un espectáculo de luz y sonido junto
a la catedral. Explican la historia de las cuatro veces heroica ciudad, en la
que como no podría ser de otro modo, los conquistadores no salen muy bien
parados, ni en la rebelión maya, ni en la emancipación del federalismo nacional,
ni en la guerra de castas, cuando toco la época de Pancho y la revolución
mexicana ya estaba yo, gracias a Dios, en manos de Morfeo.
En cuanto a
la recomendación gastronómica, esta vez es doble:
En Mérida es
el TIKIN XIC , un grueso filete de mero marinado con recado de achiote , gambas
y pulpo , en la Chaya Maya
En
Valladolid, son las costillas con chimole. Puede que sean las mejores que he
tomado en mi vida, que ya es decir, en
el Conato. La comida toda una experiencia pero el ambiente insoportable, alta
temperatura y humedad asfixiante. En mayo deberían cambiar el nombre al
restaurante y subir de grado a incendio.
Ahí lo tenéis, vivito y coleando, cuando se lo entregue al hotel
Muy bueno …
ResponderEliminarEn cuanto a los pobres del hotel ya te veo explicándoles en pijama que es un arácnido, no un insecto porque tiene dos patas más y que con ese espray van a suspender zoológia.
Y la fotografía del arácnido o es que terminó muy apuchurradito?
ResponderEliminarLas que son rojitas …
EliminarSon agresivas
“Pos eso”
Menuda voz en off en el vídeo!!!