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viernes, 10 de mayo de 2024

Si no te sale un alacrán en casa, es porque no estuviste en Yucatán

 

 

Extraño viaje. agotado, igual el esfuerzo ha servido para algo.

Me quedo en blanco. No sé por dónde comenzar esta entrada. Muchas vivencias, no todas buenas, aunque que bien se come en México.  Escribiendo estas notas en el vuelo de regreso, revisando las fotos sacadas -como siempre -con la cámara del teléfono, me parece que el primer día, fue hace un trimestre, cuando se perdió la maleta de mi compañero en Ciudad de México.

¡Con lo fácil y rápido que se viaja con la maleta de cabina!, se empeña en volar con su baúl, lleno de imprescindibles para cinco días.

 


Esta vez no puedo dejar de hablar de los hoteles, por suerte aún son de primera. La rutina del hotel. Lo primero averiguar cual es el lado dónde debo dormir, porque según me dices es el lugar que me corresponde en mi gigante nueva cama. Algún día será intuitivo, por el momento no. Se me escapa una sonrisa mientras me dejo caer, sabiendo que, al cincuenta por ciento, estaré en tu lado de la cama.

Pero a lo que vamos, la anécdota son los animales de compañía, eso sí, aquí en el caribe, todo de buen porte. La cara de Jesús, que le han mandado con un espray anti-insectos para intentar matar al tremendo escorpión, que ha estado investigando mi dedo gordo bajo la mesa, no tiene precio.

¡Pues sí que es grande y … rojizo! Para mí que es hembra y esta preñada – Me dice apuntando al animal, parapetándose tras el espray, al mover la mesa.

Como no le veo muy experimentado, y lo único que va a hacer es enfadarla. Le doy un curso rápido de reubicación animal, y sacarlo con vida de la habitación. Se sorprende de lo fácil que ha sido, y consigo conversación para el resto de mi estancia. El amigo de los animales ponzoñosos. Lo que no saben, es que no tengo la misma consideración con las cucarachas. Pisotón y por el desagüe. El subconsciente de las rancheras:  

Maldita cucaracha
Que infectas donde picas
Que hieres y que matas

 

Aunque parezca mentira, después de la queja formal en el hotel, para que mejoren las protecciones y den formación a sus empleados, el detalle del hotel para el viajero ecologista, el amigo de los animales rastreros es ofrecerme participar en un safari por la selva del Yucatán, para ver a los bichos de mi habitación, en su propio hábitat. Pena la falta de tiempo, me hubiera gustado.

 


El turismo lo he centrado en respirar – nunca mejor dicho- autenticidad. En Valladolid ir al amanecer al Mercado de Donato Botes. Maravilloso el ágil movimiento coordinado de cientos de kilos de verduras desde destartaladas pick-ups, hasta los puestos de piedra. Pero lo que se lleva toda mi atención es la pericia de los matarifes, el despiece. Manejo de hachas y cuchillo de manera certera y cuando no, siempre hay un perro al acecho. Toda una experiencia. Siempre he pensado que los mercados te dan una muy buena aproximación sobre las ciudades y los que viven en ella.



En Mérida, - según la UNESCO ciudad creativa en la categoría de la gastronomía- el día de la llegada, me organizo el recorrido por los principales, comienzo por el más alejado del hotel, el mercado de San Benito, y aparezco saliendo por el mercado de Lucas Gálvez. Son tan grandes que no sé distinguirlos. Mayoristas y minoristas en una mole de hormigón de tres plantas, unas zonas limpias otras con callejones estrechos y sin iluminar.  Son los años setenta. Un mar de gente, tocando, comprando y comiendo.

 

En cuanto a las visitas a monumentos y para protegerme del tórrido calor, -aplasta la humedad en esta época del año-, misa en la catedral de Mérida, aun está el monaguillo buscándome. Parecía un juego, yo ponía la mano y él, la bandeja a la hora de la comunión. Hasta que un tiro certero del cura acertó con la hostia en mi boca.

 

Recuperado y con las pilas cargadas, visita al mercado de Santos Degollado- según el rotulo, aunque prefieren llamarle el Mercado de Santiago. Es donde compro un buen “mole en pasta” y sobre todo la experiencia de Doña Guadalupe, entre risas sin dientes, explicándome como se hace. Tomates maduros, una pizca de ají no muy picoso – que también me vende- , un poco de caldo y las tiras de carne . No he conseguido que pase el control de seguridad del aeropuerto, espero que no se desperdicie.

 


 Y en Valladolid, como no puedo dormir, me decanto por seguir la música y termino en un espectáculo de luz y sonido junto a la catedral. Explican la historia de las cuatro veces heroica ciudad, en la que como no podría ser de otro modo, los conquistadores no salen muy bien parados, ni en la rebelión maya, ni en la emancipación del federalismo nacional, ni en la guerra de castas, cuando toco la época de Pancho y la revolución mexicana ya estaba yo, gracias a Dios, en manos de Morfeo.

 

En cuanto a la recomendación gastronómica, esta vez es doble:

En Mérida es el TIKIN XIC , un grueso filete de mero marinado con recado de achiote , gambas y pulpo , en la Chaya Maya

En Valladolid, son las costillas con chimole. Puede que sean las mejores que he tomado  en mi vida, que ya es decir, en el Conato. La comida toda una experiencia pero el ambiente insoportable, alta temperatura y humedad asfixiante. En mayo deberían cambiar el nombre al restaurante y subir de grado a incendio.