Hay regalos que tardan en olvidarse, y creo que este será uno de ellos.
Una escapada en pareja que disfrutamos enormemente en Santa Cruz de Campezo, intentando revivir tiempos de juventud —parece prehistoria—, cuando buscábamos a “Medallas” para conseguir los permisos para el campamento.
Como aún nos queda algo de juventud, - cada vez más achaques- nos alojamos en el muy recomendable albergue de la localidad.
Comenzamos el día con un paseo por Antoñana para abrir el
apetito. Recorrimos sus calles, que en algunos tramos se unen a través de
cantones y pequeños pasadizos. Se nota que en su época fue una localidad bien
protegida, con sus murallas, casas torre e incluso una antigua cárcel.
Mientras paseábamos, los jóvenes del pueblo preparaban las fiestas del fin de semana. Según el cartel, el domingo habrá una carrera de plátanos por la calle mayor. ¿Deporte tradicional? Muy curioso.
Al mismo tiempo, los vecinos no tan jóvenes, cargando las leñeras de encinas, que promete ser un bonito invierno .
De vuelta a casa, hicimos una parada en Samaniego, donde Borja nos explicó el funcionamiento de la moderna bodega vertical de Baigorre y sus innovadoras técnicas.
Cosas del diseño.
En cuanto a recomendaciones gastronómicas, lo tenemos claro: el "Restaurante Arrea" en Santa Cruz de Campezo, el regalo con estrella Michelin.
Mis favoritos son los
entrantes (Ongietorris): el paté de callos, la calabaza con queso, las pencas
—que me recuerdan a casa— y las cerezas aceitunadas. A ti, lo que más te gusta
es el bonito al punto, acompañado de piparras y cebolla.
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