Nada más aterrizar, cansado sin saber si me toca meterme o salir de la
cama, no puedo dejar pasar la oportunidad de tomar un poco el pulso a este
maravilloso país. Unos cuantos kilómetros de paseo, callejeando, para despejar
la cabeza y poner en hora el organismo, siguiendo el método de anteriores
ocasiones para vencer el desfase horario. Quinta visita al país y en unas pocas
horas de disfrute, vuelve a sorprenderme. La humedad esta vez se ha portado
bien, no ha llovido en los cuatro días.
Durante el recorrido, mucha diferencia entre la bahía, esquivando hordas de
gente “de paso”- se nota que Europa está de vacaciones- y los barrios desiertos,
por donde atravieso calles y calles, sin cruzarme con nadie sacando fotos.
Los colores de la selva se funden en esta isla con los aromas y sabores del
mundo. Los diversos distritos de la isla aportan cada uno su sabor. Y cuando se
juntan, es una sorpresa muy agradable, hay que mantener la mente abierta. Singapur
es un tesoro de sabores que refleja su realidad multicultural.
Paseando por el barrio chino, me sorprende no ver la cola en el famoso “Liao Fan Hawker Chan”. Se que nadie me recomienda el restaurante con la estrella más barata del mundo, parece una broma de los críticos gastronómicos, pero sin gente esperando y con una sed del demonio, me decido a entrar. La lata de Tiger (5$) helada - buen inicio - para esperar a que salga mi número en la pantalla, para probar el plato estrella: pollo laqueado, pepino crudo, medio huevo duro, semillas de soja tostadas y arroz con salsa de soja (6,8$).
En contra de todo
pronóstico buena experiencia culinaria, muy rápido el servicio – fast food- y
un pollo muy sabroso. No ha ganado la estrella Michelín por nada o sí, quien
sabe. Resulta interesante ver la otra cara de la prestigiosa guía Michelin y si
les han metido un gol, pues olé por los críticos que les asesoran y se divierten
con la publicidad gratuita para el país. Yo salgo contento, que es lo
importante y sin hacer colas. No las merece.
Al final, me alcanza la noche. Con tanta iluminación, imposible ver ni una estrella en el
firmamento. El regreso, tranquilo, como todo en esta “ciudad estado”, fuertemente
organizada.
En la obra se nota la euforia por la derrota británica. Adiós al chuletón
prometido. Una pena que las estrellas vascas, rindieran también en la final de
la Eurocopa. Esperemos que no tenga repercusiones para nuestro Athletic.
Antes de regresar tras una semana de locos, intento cumplir las dos cosas
que tengo pendientes. La primera sigue gafada, hay que mantener ilusiones para próximas
visitas. La reunión de última hora, me impide subir a ver la puesta de sol al
hotel emblema del país -Marina Bay Sands.
Pero sí que consigo la segunda:
- Mira si encuentras un restaurante de cocina peranakan, que me quedé con las ganas de probar el Ayam Buah.
Dicho y hecho. Me invitan en la última a cena, al Candlenut, con otra estrella, totalmente distinta. Un elegante restaurante en unos antiguos barracones del ejército inglés. El techo alto hace que el comedor se sienta abierto y espacioso, con separaciones de bambú.
Noche mágica, aunque la recepción es fría
ya que no tenemos reserva.
¡A quien se le ocurre! Se reserva con meses de antelación y cuando tienes
la mesa, se organiza el viaje. Vamos, igualito que nosotros.
Nada más sentarnos, como que te relajas, una sensación de serenidad después
de unos días sin pausa.
Tenemos la suerte de compartir las raciones y hacer nuestro propio menú
degustación. No ven raro poner los platos en medio y picar de las
combinaciones únicas que sorprenden con sabores que nunca antes había
imaginado.
La recomendación sin duda: Aunt Caroline´s Babi Buah Kelua. Un guiso de papada
de cerdo cocida con la famosa y peligrosa nuez negra. Me recuerda al mole
mexicano. Mi poca pericia con los utensilios me hace pedir un cuchillo.
No desesperes,
ResponderEliminar… seguro que algún día conseguirás subir a ver esa maravilla de voladizo del hotel y ver la puesta de sol
¿A la sexta será la vencida?
Raro, no?
ResponderEliminarEn un restaurante elegante tener que pedir un cuchillo...
Depende de la costumbre del país ...
Eliminarpalillos y cuchara me imagino que sí