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jueves, 5 de septiembre de 2024

Grecia- De visita por Atenas, Micenas, Nauplia, Naxos y Santorini

Mil veces me habían dicho que tenía que venir y otras tantas me lo había imaginado, pero la realidad supera con creces mis expectativas. 

Grecia es sencillamente maravillosa.

Hay países que uno debe visitar al menos una vez en la vida, y Grecia es uno de ellos. Su belleza es innegable, pero además, aquí es donde se originó nuestra civilización. No quería que, por ser un destino tan accesible y popular, lo fuera posponiendo como tantos otros hasta dejarlo sin visitar.

 

Viaje a Grecia en familia, manteniendo tradiciones. Otro deseo cumplido.

 

¡Cuánto hemos leído y estudiado sobre los griegos! ¿Qué sería de nosotros sin los descubridores de la filosofía y las matemáticas? Seguro que en el colegio, al menos, habríamos necesitado hacer menos chuletas… puro arte.

 

Atenas

 

Dos días son insuficientes. No tuvimos tiempo de ver todo lo que habíamos planeado, pero lo que vimos fue increíble. Paseamos por el barrio de Plaka, el de Psyri, la Plaza Monastiraki, y visitamos el Estadio Panathinaikó, el Jardín Nacional y el Parlamento Helénico, donde presenciamos la pausa marcial de hidratación de los soldados en la Plaza Sintagma. 

 


También exploramos el Ágora Romana y el Templo de Ares. Lo que uno imagina que debe ser un templo griego.

 

Nunca olvidaremos la subida al Monte Licabeto, casi muero, menudo secarral, con su pequeña y abarrotada cima, para ver el atardecer junto a la capilla de San Jorge. Un consejo: mucho mejor bajar un poco para disfrutar de un refrigerio. Luz, olor, calor …puro mediterráneo y con las chicharras de música de fondo.

 


Sin embargo, si tuviera que elegir una visita monumental, me quedo con el Templo del Erecteion con las cariátides (las esculturas originales las vimos en el museo). Pero, sobre todo, me fascina la Acrópolis desde la distancia, dominando la ciudad. 

 


En su época de esplendor, debía sobrecoger a cualquier extranjero que intentara conquistarla.

 

Micenas

 

Impresionante la Puerta de los Leones (el monumento más antiguo que se conserva en Europa) y el sistema para abastecerse de agua dentro del recinto amurallado. 

Palacios bien fortificados, rodeados de murallas ciclópeas, llamadas así porque las piedras que las componían eran tan grandes que se creía que solo el mítico cíclope podía haberlas levantado.

 

Nauplia

 

Siguiendo la ruta por el continente, llegamos a este encantador pueblo marinero con calles adornadas de buganvillas.




Surcando el mar Egeo, los intrépidos grumetes, acechando la inminente tormenta, desembarcamos en el castillo Bourtzi, que hace un siglo fue un hotel de lujo.

 

Naxos

 

Llegamos desde Atenas por mar, en el ferry “Champion Jet”, en poco más de tres horas, hasta el puerto de Naxos.

 

La primera parada fue en Halki. Un tanto desilusionante; la pequeña iglesia bizantina y el pueblo nos dejaron un poco fríos. Sin embargo, los gigantescos olivos centenarios nos sorprendieron, y las tabernas en el centro, bajo la sombra de parras repletas de uvas, nos atraparon con su ambiente relajado y la atención al cliente.

 

Buscando la calma, siguiendo la esencia del espíritu de “Los Durrell”, la encontramos en Moutsouna y no en Corfú.

 

Las carreteras para llegar a este pueblo, al otro lado de la isla, impresionan por lo escarpado y árido del paisaje. Menos mal que esta vez nos dieron un jeep potente. Es la primera vez que veo espejos en las curvas de una carretera de montaña. En el último tramo, se ve un teleférico centenario, usado para bajar desde las minas al puerto, la piedra de esmeril, que le da un toque nostálgico a este lado de la isla.

 

Decenas de vagonetas de hierro olvidadas tras la iglesia nos recuerdan la historia del lugar. Al principio, las piedras se transportaban en burros por senderos accidentados, que aún se pueden ver siguiendo los muros que atraviesan la isla. Luego, los ingenieros montaron la infraestructura con raíles y cables, y en 1982 construyeron la carretera. Ahora el paisaje ha cambiado, pero debía ser impresionante.

 

La emoción de sentirnos cada vez más cerca de los pueblos idílicos que tanto habíamos imaginado, con arena blanca, aguas turquesas y amaneceres de ensueño, nos atrapó al instante.


Ver llegar a los pequeños barcos de pesca nos ayudó a no fallar en la elección del pescado del día. Acierto seguro. Es como jugar al mus con las cartas marcadas.

 

Apiranthos

 

Un pueblo para perderse, aunque no queramos, con callejones de mármol y arcos que se entrelazan entre las pequeñas casas de dos pisos, construido al pie del Monte Fanari, a 600 metros sobre el nivel del mar y a 28 km de la ciudad principal de Chora. Pintorescas plazas donde no nos cruzamos con turistas. Estarían perdidos, como nosotros. Entre los vecinos charlando en la puerta de sus casas, se respiraba una atmósfera inusual para lo que esperaba de las islas Cícladas. Al vernos pasar varias veces, nos indicaron cómo llegar a la Torre Zevgoli, construida sobre una roca. Terminamos en la plaza con los aldeanos, tomando café junto a la Iglesia de Panagia Aperathitissa , donde encendimos una vela por la familia , entre numerosos objetos raros .

 

Chora

 

Tras cenar un par de noches en su restaurante, al salir de Moutosouna hacia la capital, nos despedimos entrañablemente de Manolis, encantado con la familia Lacoste, señalando mi sombrero de paja.

Aunque el coche era grande y potente, las ruedas desgastadas no eran las adecuadas para subir por estas carreteras de montaña, y menos aún bajo un chaparrón de verano. La carretera, convertida en ríos con espuma, hizo que derrapáramos en más de una ocasión.

 

A pesar de estar congestionada, la ciudad nos muestra las huellas de sus distintas épocas: griega, romana, bizantina y las ocupaciones venecianas y otomanas.

 


El monumento más característico es la Portara, una enorme puerta de mármol del templo de Apolo en Palatia, el islote junto al puerto (lo unieron a tierra hace poco). La vimos al amanecer, porque al atardecer estaba saturada de buenos fotógrafos.

 

Santorini

 

En el pequeño pueblo de Oia, junto a la caldera, nos alojamos en una preciosa casa - Compass Villa- que nos hizo disfrutar de nuestra última noche.

 

Una locura de isla de postal, con interminables colas - gente y más gente- y precios desorbitados. 

Al amanecer, nos cruzamos con mujeres de largo y hombres de pantalón corto, guiados por fotógrafos profesionales a través de las callecitas para inmortalizar falsas escenas cotidianas y la belleza del lugar. Con una noche, fue más que suficiente.

 


Recomendación gastronómica. 


No ha sido fácil elegir. Comimos muy bien y a un precio muy razonable. 

Finalmente, nos decidimos por el Restaurante “Sea You Soon” en Moutsouna, junto al puerto, donde el joven Petro nos ofrecía los pescados frescos de la mañana, y la agradable e idílica taberna "Yannis", bajo la parra en la plaza de Halki, donde asaban lentamente porciones de cerdo a la brasa. ¡Qué mal rato pasó la tabernera al confundirse con la comanda!



En cuanto a los platos, los mejor valorados por el grupo fueron:

Para compartir: los pequeños salmonetes fritos del restaurante “Savoras” en Nauplia, antes de la tormenta.

De plato principal: las pita gyros en el “Vassilis”, cerca del hotel en Atenas.

Y de postre: aunque es costumbre que te ofrezcan uno de cortesía, el riquísimo baklava del restaurante “Lithos” en el castro de Chora fue elegido por votación popular, y tuvimos que repetirlo para confirmar la elección.

 

 

 



Ocho días de lujo.Volvemos con las pilas cargadas, para afrontar un nuevo curso.

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1 comentario:

  1. El próximo me llevas. En Grecia siempre aciertas! Que recuerdos de juventud!!

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