La visita anual a Cantabria, como siempre, es una auténtica gozada y una parte imprescindible del verano. Este año, el recorrido comienza en la noble villa marinera de Laredo.
En la oficina de turismo, es bonito ver la maqueta medieval de la ciudad, ya que permite apreciar cómo ha evolucionado a lo largo del tiempo. Te ofrece una perspectiva clara de la ruta de la Puebla Vieja y hasta dónde llegaba el mar en aquel entonces, mostrando cómo la ciudad ha ido ganando terreno a lo largo de los siglos.
Lo más destacado de la muralla medieval es la Puerta de Bilbao, que daba acceso al camino en dirección a la capital del mundo. Tuvimos la suerte de encontrarla abierta, y allí nos contaron parte de la historia de Carlos V, el hijo de la desafortunada Juana y nieto de Isabel y Fernando que llegó a Laredo en el "Espíritu Santo" acompañado de otras sesenta embarcaciones. En aquel entonces, Laredo debía ser el puerto más importante de Castilla, y supieron recibirlo con todos los honores. De allí partió hacia Medina de Pomar, para luego retirarse en Cuacos de Yuste (Cáceres). Donde también vimos la réplica de la silla con la que le llevaron para que no se canse mucho el pobre jubilado.
En cuanto a la Iglesia de Santa María de la Asunción y
sus famosas cadenas sevillanas. Durante la reconquista, los marineros de Laredo
que rompieron las cadenas que bloqueaban el paso del Guadalquivir, facilitando
así el acceso de los barcos, se llevaron un tramo de esas cadenas como
souvenir. Sin embargo, me da la impresión de que a la iglesia le falta alguna
nave; su forma es demasiado cuadrada y le sobra algún “retablo” moderno que da
un poco de miedo.
Durante el aperitivo comienzan las rachas de viento.
Definitivamente no aguantó el tiempo. En el puerto bajo la lluvia, se nota el
fresco. Poco duran las olas de calor en Cantabria. Una pena no tener mi
elegante regalo de Mirto, al cuello.
Para la recomendación gastronómica, volvimos a Carasa, al restaurante Villarias. Lo mejor son los entrantes: los tomates espectaculares y las croquetas, aunque mejoran cuando se enfrían, son deliciosas. Como plato principal, pedimos churrasco con patatas para tres y huevos de corral con patatas, manteniendo así la tradición. La comida, como siempre, estuvo exquisita y la atención fue increíble…
Increíble que a veces
sientas la necesidad de pedir perdón por todo... Pero sin duda volveré, porque
el jardín y los tomates lo merecen.